Como de costumbre, Antonio Fatás aporta sensatez y equilibrio al análisis de una situación. En este caso, para poner en su sitio a quienes (Krugman incluido) demonizan al euro como principal causante de la crisis de la Eurozona. El culpable es otro, y no es necesario que mencione quién para dejarlo claro. (¡Es la austeridad, estúpido!).
No es aconsejable atacar comisarios europeos, aunque se llamen Almunia. En general, saben demasiado. Y de vez en cuando pueden hacer pública selectivamente parte de la información de que disponen. Como, por ejemplo, algunas decisiones políticas sobre la crisis bancaria que se intentan disfrazar de decisiones técnicas. Asumir que NGB no es too big to fail es políticamente tóxico a este lado del Padornelo. Mejor arrojar la patata caliente de la decisión lo más lejos posible. Lo malo es que rebota.
Esto es aprender a partir de la observación de la realidad. Merece la pena leerlo con calma y ¿por qué no? aprender también.
El accidentado «rescate» chipriota es como un modelo a escala de la actual crisis. Se comienza por un problema financiero serio y las medidas adoptadas para resolverlo, que en realidad sólo buscan salvaguardar a grupos específicos de sus consecuencias negativas, lo convierten en un problema social y político muy grave. Con suerte, después de esta asombrosa demostración de incompetencia quedará al descubierto para la ciudadanía que la pretendida «crisis económica» no es tal, sino una devastadora guerra entre predadores de rentas. Por eso (y porque soy un romántico, supongo) el parlamento chipriota me ha alegrado la semana al negarse a certificar la chapuza que le pusieron por delante.
Si en febrero la Pax Draghiana superó con nota la prueba de las elecciones italianas, marzo ha traído un desafío aún mayor con el «rescate» chipriota. Como apuntan desde The Economist, esta vez se ve afectado el propio mecanismo que está utilizando el BCE para adormecer la crisis del euro:
El precio que el BCE fija para ayudar a los países es insistir en que entren en un programa de rescate. El precio político de entrar en un programa acaba de elevarse
En resumen, nos esperan de nuevo días de consultar ansiosamente la prima de riesgo y la salida de depósitos bancarios.
No soy un fan de la retórica belicista, pero el deseo de Mario Draghi de evitar mencionar la «guerra de divisas» no sólo es inútil, sino contraproducente. No hace tanto en España la palabra prohibida era «crisis».
Aparentemente la pasada semana fue buena para nuestro gobierno en el apartado referido a comunicación. Los medios nacionales se hicieron eco de las sutiles buenas nuevas deslizadas en el debate parlamentario. La Comisión Europea asumió como suyas las exageradamente horrorosas previsiones para el futuro inmediato que darán margen a negociar condiciones menos asfixiantes para las cuentas públicas. El problema es que la inconsistencia entre el mensaje interior y exterior es obvia, lo que no beneficia en absoluto a quienes son percibidos ya por los ciudadanos como embusteros casi patológicos. Sobre todo porque también es obvio cuál de los dos mensajes es más falso. Para muestra, un excelente botón.
Tras la euforia que genera toda convocatoria general, viene la resaca. Fuentes «del equipo económico del presidente del Gobierno» nos van preparando para lo que ya sabíamos, que tampoco las cuentas de nuestra Consellería de Facenda son lo que parecen. Pero, por supuesto, la Xunta lo niega. La política se ha vuelto ya un puro espectáculo de prestidigitación. El objetivo es que el público no sea consciente lo que sucede hasta que ya haya pasado y pueda presentarse como algo mágico. Nos van a «rescatar» cuando estemos dormidos, y muy suavemente para que no despertemos.
La Ruta Inconsciente 