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La triste historia de la SAREB (hasta el momento) es útil para recordarnos que las instituciones, incluso las mejor diseñadas, no son más (ni menos) que herramientas. No sirven por sí solas para solucionar los problemas cuando nadie está dispuesto a utilizarlas.
No es aconsejable atacar comisarios europeos, aunque se llamen Almunia. En general, saben demasiado. Y de vez en cuando pueden hacer pública selectivamente parte de la información de que disponen. Como, por ejemplo, algunas decisiones políticas sobre la crisis bancaria que se intentan disfrazar de decisiones técnicas. Asumir que NGB no es too big to fail es políticamente tóxico a este lado del Padornelo. Mejor arrojar la patata caliente de la decisión lo más lejos posible. Lo malo es que rebota.
Corre como la pólvora la noción de que la pandemia zombi iniciada en Japón se ha extendido a la Eurozona. Obsérvese que de los tres remedios que propone el FMI, dos (reconocer las verdaderas pérdidas y cerrar las entidades inviables) son anatema para las autoridades españolas. Nos espera, por tanto, una larga noche de muertos vivientes.
Esta semana la blogosfera sólo nos da disgustos. Por un lado, nos enteramos de que los expertos coinciden en que la reestructuración bancaria no sólo dista de estar completa sino que avanza a ritmo de construcción de autopista siciliana. Y para rematar la faena, ni siquiera haciendo ciencia-ficción podemos imaginar un futuro mínimamente atractivo para la economía española. Mejor no me conecto mañana.
Para quedarse helados es la noticia: Pescanova solicita entrar en pre-concurso de acreedores porque las entidades bancarias no se avienen a renegociar un préstamo. En resumen, hemos destrozado nuestras finanzas públicas para salvar a unas entidades que son auténticos bancos zombis, incapaces de mantener el crédito incluso a empresas cercanas a los grupos de poder. Lo dicho: escalofríos.
Este artículo de Joaquín Maudos es un excelente antídoto frente a los mensajes falsamente optimistas que, tras seis años de crisis, nuestros gestores económicos siguen repitiendo.
Tal vez algún día, por pura estadística, se materializarán. Pero ese día aún está demasiado lejos. La estrangulación del crédito es el temporizador del explosivo que amenaza con reducirnos a escombros. Cada vez queda menos tiempo y nadie se preocupa de averiguar cuál es el cable del que hay que tirar para desactivarlo.
Irlanda está siendo invadida por los zombis. Japón lleva dos décadas enteras viviendo dentro de la pesadilla. Ahora que comenzamos a tirar de la «línea de crédito» para nuestros bancos nacionalizados, conviene recordar que el malo de esta película no es el SAREB. A quien hay que evitar es a las entidades bancarias clínicamente muertas que pretenden seguir deambulando por nuestra economía alimentándose de todo bicho (aún) vivo.
El nuevo gobierno ha dado un paso más y ha presentado sus medidas de reforma financiera. No se creará, por el momento, un banco malo. Nada sorprendente, teniendo en cuenta que a Don Emilio Botín esa idea no le gusta. Y lo que Botín dice, los demás lo repiten a coro, de Montoro a Rubalcaba, por humillante que sea. Éste es el motivo de que nuestro sector público se vea obligado a la austeridad. Tenemos un sector público solvente, pero nuestro sistema bancario se sospecha que es insolvente. Y nuestros políticos se esfuerzan en demostrar día a día que harán todo lo que sea necesario por el Sr. Botín y sus colegas. Por supuesto, esto incluye tapar los agujeros bancarios con dinero público. Se necesita hacer mucho sitio en las cuentas públicas para eso.
La Ruta Inconsciente 
